El futuro de Chile
Rafael Rodríguez Presidente Seminarium Penrhyn International
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Rafael Rodríguez
Las próximas elecciones serán de una importancia especial para Chile, de la trascendencia que fueron las del año 1969 o las de 1989.
En las de 1969, Chile se jugaba su destino entre dos irreconciliables visiones; una era defensora de una sociedad que entregaba al mercado la asignación de recursos mientras que otra ponía el énfasis en el Estado como gravitante en esta decisión. Lo que vivimos posteriormente fue una tensión explosiva entre estas dos visiones que terminó con el fracaso del experimento estatista, en una situación que Venezuela desgraciadamente nos recuerda como un déja vu.
Después vino un golpe de Estado que dejó a los militares en el poder por 16 años, dejando como herencia una sociedad fracturada y con una transformación vital al pasar de ser una de las economías más estatizadas fuera de la cortina de hierro a ser una de las más abiertas al mercado.
La elección de 1989 fue fundamental, por su parte, por cuanto la coalición gobernante, opositora y combatida por los militares durante el período posterior a 1973, podía desarmar el modelo económico y volver a dar un rol protagónico al Estado. No fue así y Chile inició uno de los períodos de crecimiento económico más acelerado y prolongado de la historia. De hecho, en 20 años pasó de ser un país de ingreso mediano per cápita en Latinoamérica al de ingreso más alto de la región. Los temores de una regresión al paradigma previo fueron infundados.
Con el segundo gobierno de Michelle Bachelet este período se interrumpió. Sólo los pocos que leyeron su programa advirtieron los cambios que venían; con una mayoría en el Congreso logró pasar leyes que modificaban significativamente los equilibrios existentes en materia tributaria, educación, relaciones laborales y derechos ciudadanos. El Estado se volvió contrario al lucro, motor de la asignación de recursos en una economía de mercado y aumentó su control sobre éste. El impulso de las reformas afectó negativamente la inversión y por consiguiente el crecimiento económico de más de un 5% se redujo a menos de 2%.
En este contexto surge la candidatura de Beatriz Sánchez, del Frente Amplio, que ofrece promesas de limpieza del orden existente (la Nueva Mayoría también es parte de lo que hay que limpiar según este referente político), de mayores beneficios y derechos provistos por el Estado y financiados por nuevos impuestos y de más transformaciones con las que estos nuevos iluminados pretenden alumbrar a la nación.
Es probable que la segunda vuelta electoral se decida entre Sebastián Piñera y Beatriz Sánchez o entre el primero y un “volcado a la izquierda” Alejandro Guillier. El pronóstico no es aún claro; por lo tanto el futuro de Chile nuevamente estará en juego con dos visiones antagónicas y de allí la importancia de lo que viene; una consolidación de reformas que dan un protagonismo al Estado con un lento crecimiento y énfasis en el rol redistributivo, o una vuelta al mercado como asignador de recursos con un rol subsidiario y no protagonista del Estado, que tendrá como resultado un mayor crecimiento, pero posiblemente con una mayor desigualdad en la distribución del ingreso, aunque con mejores niveles de ingreso para la mayoría de los chilenos, consecuencia natural de una mayor expansión económica. Nada menor la encrucijada.